lunes, 10 de septiembre de 2018

Nunca he pensado en el suicidio como opción. Sigo pensando que algo pasará, que todo se arreglará mágicamente de la noche a la mañana, que alguno de los mails que envío funcionará, que daré con la persona adecuada, con el trabajo adecuado... y eso hace que no quiera suicidarme, porque esperanzas, aunque pocas, las tengo (no, no son pocas, soy optimista en sueños y pesimista en realidades). El caso es que no me veo quitándome la vida pero, al mismo tiempo, sobre todo cuando me quedo sin aire y todo me supera, entiendo perfectamente a la gente que se suicida. Esa sensación de que no puedes más, de agotamiento mental ante una realidad que se empeña en quemarte, en hundirte, en matarte poco a poco. Puedo entender perfectamente esa sensación, y no me parece una cobardía, como dicen algunos. La tristeza, la pena, la depresión, el hundimiento personal llega a tal punto en el que no hay salidas, no ves luces, no hay apoyos suficientes ni constantes, y te faltas a ti mismo. Mi respeto por ellos, los suicidas.