lunes, 10 de septiembre de 2018

Está claro que no aprendo una mierda. No sé muy bien por qué, pero Son me manda un mensaje poco antes de las dos para decirme que está cerca de mi casa. Como persona normal que a veces soy, lo interpreto como una invitación para vernos y le digo que se venga a casa a comer, lo que rechaza. ¿Para qué entonces me dice nada? ¿Solo por informar? El caso es que me he visto comiendo rápido, recogiendo rápido y volviéndome a calzar para ir a la oficina de Extranjería (sin saber realmente si estaba allí o no) a llevarle una tónica rosa y unas frutas, por si había mucha cola. ¿Qué necesidad tengo de verle si ayer pasamos cuatro horas juntos? Pues ninguna, pero así soy yo, un bobo que con una migaja hace un mundo de pan, y no, sigue siendo una migaja. Y sí, soy yo el tonto que encima le llama para que ni le coja el móvil. Y luego me empieza a preguntar cosas del dentista... Lo cual me ha venido bien, porque así me he dado cuenta de que no tengo los historiales médicos aquí en Madrid y he tenido que pedirle a mi madre que me los envíe urgente, que tengo cita con la dermatóloga en un par de semanas. En fin, que no aprendo. Y no creo que aprenda nunca a este paso.